El obrero, el camarada
hace siglos que vigila,
y se gasta la pupila
divisando al redentor;
Redentor que nunca llega,
porque lo busca por fuera,
y el Redentor que él espera
radica en su yo interior.
Desde el yunque, del volante,
del andamio y la mancera,
por la larga carretera
de la maquina de hilar,
divisa a los cuatro vientos
el esclavo del salario,
al Mesías milenario
que tanto tarda en llegar.
El Mesías que tú aguardas,
a lo ancho, arriba y abajo,
está en tu mismo trabajo,
en tu sola voluntad;
lo tienes entre tus manos,
en tu sentimiento mismo,
encerrado en tu egoísmo,
añora su libertad.
Tú que cotidianamente
impulsas las maquinarias,
y tus manos proletarias
renuevan la producción;
el Mesías que reclamas
contigo está en todo instante,
en tu brazo fecundante
y en tu fraternal unión.
Si a ti te explota y te oprime
el Capital y el Estado,
es porque no has encontrado
el Mesías en tu ser;
el día que lo descubras
en el andar de la vida,
caerá quebrada y vencida
la injusticia del poder.
Cuando venga a confrontarme
el que ayer no me atendía,
con la profunda alegría
de hallar un amigo en mí;
y que sin lugar a dudas
me ayunte a tu sentimiento
con el real convencimiento
de hallar un hermano en ti.
Cuando cantando y sonriente
por el pan de cada día,
partamos en compañía
a cumplir con el deber;
y volvamos convencidos
de que hemos puesto de pleno
lo que en tu ser hay de bueno
y lo bueno de mi ser.
Cuando encuentres en ti mismo
el hombre civilizado,
y te sepas encumbrado
para como hombre vivir;
hermano en el yunque,
abrigo en el desabrigo,
en todo instante el amigo
justo para compartir.
Cuando borres de la mente
el ¡quiero más! Y el orgullo,
y solo gastes lo tuyo,
lo que es tuyo y nada más,
y comprendas a conciencia,
en forma clara y genuina,
que tu libertad termina
donde empiezan las demás.
Justo es que tanto buscarte
del alma en lo más adentro,
llegues al feliz encuentro
de la libertad moral;
te sentirás un ser libre
dentro de la tiranía,
y obrarás con toda hombría
por sobre del bien y el mal.
Autor: Martín Castro
Este es el simple relato de Don Martín Castro, nacido en el pueblo de Merlo el 16 Febrero de 1886, Don Martín Castro quedo huérfano allá por el año 1900, desde ese entonces erró por todos los ranchos de la zona, de agregado, de protegido, comprendió como era el alma de la gente, para los habitantes de esos tiempos el era el conchabado sin sueldo, un gauchito cualquiera.
Castro llegó a mozo sin conocer las cinco primeras letras del alfabeto, quizá aprendió más en el andar por la vida, que en los libros, pero no pudo desconocer que por medio de las letras se podía comunicar con el pueblo.
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